Quizás pienses que se me ha ido la olla, pero no se puede resolver un problema si no se mira desde todos sus ángulos.
En este post vamos a ver si no sería mejor que, en vez de derribar este sistema, pudiéramos aprovecharnos de él para modificarlo y sacarle jugo.
Porque la corrupción es parte intrínseca de este sistema.
Es decir, que este sistema no sería este sistema si no fuera corrupto.
Así que dejemos de ser ilusos.
Sin corrupción no se hubieran construído los edificios en los que vivimos.
Sin corrupción no habrían carreteras por las que circular.
Sin corrupción no podríamos tener la comida que ponemos en el plato.
Sin corrupción no hubiera aumentado nuestro nivel de vida en el último siglo.
El problema que tenemos no es la corrupción en sí sino la hipocresía de lo «políticamente correcto» y de la apariencia. Y del aprovechamiento por parte de unos pocos de este conocimiento.
Porque todos los partidos políticos prometen luchar contra la corrupción solamente para ser elegidos y poder formar parte del pastel de la corrupción. Y para obedecer a los que de verdad manejan la corrupción, que son los que de verdad los han colocado en sus puestos.
Esta falsa apariencia nos viene desde hace siglos por las estúpidas ideas de los filósofos aristocráticos de la antigua Grecia que nos comieron el coco con los conceptos de justicia, belleza y perfección. Luego los ilustrados añadieron el pernicioso concepto de igualdad.
Como dirían los anglos… ¡Bullshit!
Imagina por un momento una sociedad sin dinero. Tendríamos que pasar horas y horas negociando los trueques.
Imagina por un momento una sociedad democrática. Tendríamos que pasar horas y horas en asambleas y votaciones.
En cambio, en esta sociedad corrupta las cosas están claras. Cada cual pone su precio y no hay más que pagar si queremos sus productos o servicios.
Que el político quiere su 3%, pues se lo pagamos y conseguimos llevar a cabo nuestro negocio.
No hay nada más sencillo, y es la solución de esta sociedad de siglos y siglos de experiencia de nuestros antepasados.
Ciertas familias lo entendieron muy bien, y, en vez de perderse en las políticas de la plebe, acumularon riqueza material para controlar a los políticos de la plebe en su beneficio.
Mientras, la plebe sigue emperrada en darse golpes en la pared de la ineficacia de los conceptos de igualdad, justicia, belleza y perfección.
Porque esas familias, gracias a entender cómo funciona este sistema corrupto, es decir, la naturaleza humana, lograron imponer estos conceptos erróneos en las mentes de la plebe a través de lo que llamaron sistema educativo. Fue un golpe maestro para deshabilitar a cualquier oposición.
Así que, entendiendo correctamente el mecanismo de funcionamiento de este sistema corrupto, lo que llamamos eufemísticamente «las reglas del juego«, ¿no sería más útil aprovecharnos de él como hicieron estas familias y crearles una verdadera oposición?
Porque quizás hayamos llegado tarde al juego, pero eso no significa que no podamos jugar. Como en el Monopoly, cuatro casas verdes hacen un hotel rojo.
La plebe, o lo que llamamos mayoría, seguirá sin enterarse de nada hasta que alguien tan corrupto como cualquiera tome el control de los medios desinformativos y se lo cuente.
Eso sí, si este sistema corrupto funciona, no sería inteligente derribarlo, sencillamente poner sus reglas a la vista de todos para que pudieran también aprovecharse.
No se acabará con la pobreza, pero al menos la pobreza será una opción personal y no una imposición. Y volveremos a la injusticia, desigualdad e imperfección naturales que nos abren las verdaderas oportunidades para todos y no para unos pocos.
Y al final, aunque parezca una incongruencia, el sistema aparentemente más «injusto» acaba siendo el más «justo» en el fondo. El sistema aparentemente más individualista es el más social en realidad.
Por ello, no luchemos contra la corrupción, hagámosla nuestra.
Si de verdad la plebe quisiera soluciones, gritaría en sus manifestaciones: ¡Injusticia para todos! y ¡Pro pro pro capitalista!
Sí, de verdad estás pensando que se me fue la olla, jejeje, ¿pero en que otro lugar leerías este tipo de cosas?