¿Me subvencionará la Junta de Andalucía para que aprenda castellano?

Mi familia materna es andaluza, por lo que se supone que entro en el grupo de descendientes andaluces nacidos en Cataluña que puede ser subvencionado por la Junta de Andalucía para aprender castellano, para luchar contra la inmersión lingüística del catalán. Porque, claro, qué rarito que en Cataluña la gente hable catalán.

Bueno, sí, ya sé que hablo castellano y que he escrito y publicado un montón de libros en castellano, pero si hay guita de por medio, me haré pasar por catalán monolingüe que tiene que ser rescatado del adoctrinamiento nazionalista catalán. Todo sea por la loable iniciativa promovida por VOX, que si no fuera por estos temas españolizantes, sería una formación política casi perfecta, es decir, la menos hipócritas de las que hay en el Congreso de España – ah, sí, he escrito España porque no tengo ningún pudor es decir las cosas por su nombre.

Resulta que en el casal del barrio, local dedicado al populismo colectivista del barrio, donde se realizan bailes, cursos y acontecimientos varios, siempre se oye flamenco, pasodobles y reguetón; nunca sardanas – baile típico catalán, por si alguien la desconoce – ni otro tipo de música con letras en catalán. Sin embargo, según la gente que vive fuera de Cataluña, el castellano está amenazado.

También, me resulta muy curioso que a mis dos abuelos maternos andaluces, que vivieron entre cuarenta y cincuenta años en Cataluña, nunca les oí una miserable palabra en catalán y desarrollaron sus vidas al 100% en castellano, con su dulce acento almeriense y palabras como alpargata y zagal. Pero, según la gente que vive fuera de Cataluña, el castellano está amenazado.

Además, de los siete supermercados más cercanos, sólo uno etiqueta sus productos propios monolingüísticamente en catalán, otro lo hace en castellano y catalán, otro usa las lenguas principales españolas – gallego, vasco, castellano y catalán – y el resto sólo en castellano o junto al portugués, inglés, francés, árabe pero nunca en catalán. El resultado del partido: el castellano aparece en seis, el catalán en tres.

Por otra parte, nunca en mi vida he visto a dos individuos discutir por el idioma con el que hablar – por eso siempre me he preguntado dónde está el supuesto conflicto del que claman tanto desde los diarios de Madrid – ciudad que me encanta con sus gentes amabilísimas, por cierto. Cada cual se acopla al idioma que mejor sabe, o intenta hacerse entender con el otro individuo. Por ejemplo, personalmente, si entro en un comercio suelo dirigirme en el idioma con el que oigo hablar al cliente anterior, o según el idioma en el que tenga el comercio sus etiquetas. Si los propietarios son pakistaníes o chinos, suelo hablarles en castellano el 99% de las veces. Y por la calle, más de una vez he tenido que responder en inglés a turistas desorientados.

¿Y en mi familia? Pues como mi mujer habla ruso, ucraniano y castellano y yo hablo catalán, inglés y castellano, pues nos comunicamos en castellano. Y, entonces, el idioma materno de mis hijos es el castellano y, por supuesto, en el colegio hacen las clases en catalán, hablan con sus amigos en castellano, y también están aprendiendo inglés. Cosa que, como anécdota, fastidia a mi suegra que es rusa monolingüe, y se niega a aprender otra lengua, y le da constantemente la tabarra a mi mujer con que mis hijos no saben suficiente ruso todavía – y sí, vive en ruso al 100% sin problemas desde hace casi veinte años en la zona de Barcelona; mi mujer le hace de intérprete en ocasiones que tiene que tratar con la administración.

En fin, que parece ser que a los que hablamos más de una lengua nos parece absurdo cualquier supuesto conflicto lingüístico porque sabemos adaptarnos, y a los monolingües parece ser que les da taquicardia que otros no hablen su precioso idioma y se niegan a adaptarse. Unido a la lucha de poder del nacionalismo que se enfrenta a otro nacionalismo, que es lo que hay tras esta decisión del parlamento andaluz.

Precisamente, una pregunta que sulfura a los nacionalistas españoles es cómo puede ser que tras más de cuarenta años de democracia, no se puedan hablar todas las lenguas oficiales españolas en los órganos centrales de gobierno españoles. ¿Qué sentido tiene imponer por la fuerza el castellano a estas alturas? ¿Por qué no hay ningún problema en que se hable castellano en el Parlamento catalán pero sí hay problema en que se hable catalán, gallego o vasco en el Congreso y Senado centrales? ¿Qué clase de España es ésta?

Una España, y una Cataluña, donde muchos niños no aprenden como lengua materna ni castellano, ni catalán, ni gallego, ni vasco sino la lengua que sea que hablan en Marruecos. Parece ser que, como no es catalán, eso no es ningún problema.

Ah, los falsos conflictos se suelen inventar para ganancias de pescadores en ríos revueltos. Y la gente normal, algunos caen en las trampas y otros no queremos más que nos dejen tranquilos, que suficientes problemas tenemos para evitar las barbaridades del estatismo colectivista, sean en el idioma que sean.

A ver, ¿dónde puede este pobre catalán adoctrinado descendiente de andaluces apuntarse para aprender castellano y que me llenen los bolsillos? LOL – uy, es un anglicismo, quería decir MPEC o Me Parto El Culo.

Si de verdad quieres a los tuyos

Si de verdad quieres a los tuyos, no esperarás ninguna pensión sino que crearás tu propio flujo de efectivo.

Si de verdad quieres a los tuyos, no trabajarás por horas sino por resultados.

Si de verdad quieres a los tuyos, no te limitarás con un salario sino que buscarás un mínimo de siete ingresos ilimitados.

Si de verdad quieres a los tuyos, aprenderás a distinguir entre dinero y divisas fiduciarias.

Si de verdad quieres a los tuyos, leerás los libros adecuados para subir tu nivel de desarrollo personal.

Si de verdad quieres a los tuyos, no te importará si el gobierno es de derechas o de izquierdas.

Si de verdad quieres a los tuyos, te adaptarás a las tecnologías de la información y las usarás en tu beneficio.

Si de verdad quieres a los tuyos, no te pondrás excusas limitadoras y expandirás tus horizontes.

Si de verdad quieres a los tuyos, sabrás usar Karatbars para enriquecerte y protegerlos con oro.

Si de verdad quieres a los tuyos, dejarás atrás todo lo que te impida avanzar.

Si de verdad quieres a los tuyos, imitarás las actitudes de los que ya están donde quieres estar.

Si de verdad quieres a los tuyos, harás todo lo necesario que tengas que hacer sin desfallecer.

Si de verdad quieres a los tuyos, te darás cuenta de que vives en un mundo de abundancia.

Si de verdad quieres a los tuyos, desaprenderás lo que te programaron para no ser el protagonista de tu vida.

Si de verdad quieres a los tuyos, romperás tu burbuja de comodidad.

Si de verdad quieres a los tuyos, apreciarás el lujo de tener tiempo en exceso para querer a los tuyos como se merecen.

Secesión

1. «Mamá quiere que limpie mi habitación. ¡Ésta es la gota que colma el vaso!»

2. «¡No tengo que aguantar este totalitarismo! !Me secesiono!»

«Vaya. ¿Puedes secesionarte de tu propia familia?»

3. «¿Por qué no? ¡Nunca me apunté a este grupo! ¡Ni tan siquiera me consultaron!»

4. «¡La única razón por la que mamá y papá son mis padres es porque nací de ellos!»

«Una conspiración biológica, ¿eh?»

1. «¡Podemos vivir en cualquier parte que queramos ahora que nos secesionamos de la familia!»

2. «¿A dónde quieres ir? ¿Al Sahara? ¿Al Antártico?»

3. «¿Cómo vamos a poder a ir a cualquiera de esos lugares? ¡No tenemos ni un coche!»

4. «Vale, papá. Por este sorprendente truco necesitaré una tarjeta American Express normal. Ahora, cierra tus ojos…»

1. «Hobbes y yo nos secesionamos de esta familia, mamá.»

«Oh, ¿de verdad?»

2. «Sí. Vamos a montarnos en mi trineo y nos vamos al Yukon.»

3. «Bien, eso es un camino muy largo.»

«Lo sé. Aquí hay una lista de bocadillos y suministros que necesitamos.»

4. «¿Por qué debería hacer todo esto si os estáis secesionando de la familia?»

«¡Que todavía no nos hemos secesionado! Vaya, ¿pero qué clase de madre eres?»

La tercera recaída

En la sala de espera del hospital

Pues ha pasado lo que tenía que pasar.

Olga llevaba ya un par de semanas con los mismos síntomas que las otras dos veces, y la historia se ha repetido.

Ayer ya lo habíamos hablado porque iba a más, y como por la tarde no había habido ningún cambio, a eso de las siete hemos hecho el recorrido a urgencias.

Como ha vuelto a estar bastante débil como para caminar, la he llevado en nuestra silla de ruedas.

Menos mal que tenemos el hospital tan cerca que podemos permitirnos este tipo de miniviaje.

Y, como ya tenemos la experiencia de las anteriores ocasiones, pues ha sido como algo normal.

La han atendido en el primer contacto, luego se la han llevado a un box de observación, le han hecho pruebas y, como es ya por la noche parece ser que la pasará en el hospital a esperar si la ingresan o no.

Igual que las otras veces.

Mientras, he vuelto a casa para dar de cenar a los niños y a esperar a que Olga me llame para confirmarme que se queda.

Ya parece como una rutina anual, pero quiero y deseo que por fin se recupere y que el año que viene no vuelva a recaer.

A ver si a la tercera va la vencida, y los médicos por fin descubren qué le está pasando.

El helado gigante

Este año lo he elegido de mango y vainilla

Dice Donald Trump en sus libros, algo así como: «Si vas a soñar igualmente, sueña en grande«.

Cada año que nos va bien, y este último año nos ha ido bastante bien, tengo un pequeño capricho que siemple cumplo.

Y es ir en verano a un lugar que conozco en Barcelona donde hay una heladería artesanal que vende unos cucuruchos con una bola de helado enorme de dos sabores.

Dicho establecimiento está en una zona turística céntrica.

Llevo ya más de diez años cumpliendo esta tradición personal.

Lamentablemente, en este plazo de tiempo han habido años que no pude cumplir mi celebración, porque no nos fue nada bien.

Sin embargo, este es el segundo año seguido en el que sí he podido y, además, me han acompañado mis hijos.

Y es el segundo año que, junto a mis hijos, hemos añadido una diversión a nuestra celebración.

Una diversión que a mis hijos les encanta.

Consiste en, tras comprar nuestros helados gigantes, ir paseándonos entre los turistas y disfrutar de sus rostros de sorpresa cuando ven el tamaño de nuestros cucuruchos mientras nos los comemos con deleite.

Y más, cuando pasamos cerca de otras heladerías de nombres famosos franquiciadas que, por el mismo precio o mayor, venden cucuruchos de helado más pequeños.

Así que, paseamos un rato por las zonas turísticas céntricas, tranquilamente, disfrutando del momento.

Hasta que acabamos nuestro súper-helado, y decidimos volver a casa.

Y hasta el año que viene.

Jejejé, es una de esas ventajas de ser nativos de Barcelona.