Cuentan las fuentes oficiales que la participación de estas pasadas elecciones en España ha sido de un 73% de los censados, o como llaman ellos, de «los ciudadanos con derecho a voto«.
Si lo cuenta el Ministerio de la Verdad ya sabemos que será un cuento.
Pero aún así, todavía son demasiados los seres que no pueden desarrollarse como seres por estar viviendo en una burbuja de mentiras.
Y eso es un contínuo fracaso para nosotros.
No sabemos por qué estamos dedicándonos a difundir las cosas como son, ni quién nos ha llamado a hacerlo.
Podríamos quedarnos en silencio sin problemas, con nuestros perfiles bajos y siendo unos desconocidos aprovechándonos de los conocimientos que tenemos.
Pero, sin embargo, salimos al público y nos dedicamos a lo que nos dedicamos.
Sin ninguna coraza que nos proteja, tal como somos.
Pese a ello, no podemos continuar dándonos golpes contra un muro infranqueable.
El hecho de que la mayoría siga siendo una mayoría becerril demuestra que no podemos seguir haciendo lo mismo.
Porque de esta manera nunca obtendremos resultados distintos.
El problema es que tampoco podemos usar los métodos de engaño que usa la parte contraria.
Métodos que funcionan, tal como demuestra la evidencia palpable.
Aunque conozcamos muy bien los métodos de manipulación masiva, si los usáramos acabaríamos como el cabal, creyéndonos una élite por encima del resto con una razón incuestionable.
No nos queda más remedio que orientar a despertar individuo a individuo en una ardua tarea muy lenta, quizás demasiado.
Una tarea muchas veces ingrata.
Una tarea con apenas medios materiales.
Una tarea que continúa con diminutas victorias y enormes derrotas.
Ya sabemos, es casi imposible que alguien engañado acepte que ha sido engañado.
Y así nos salen muchas veces estas quejas en las que que acabamos siempre llamando borregos a los dormidos.
«¡Qué les zurcen!«, grito a veces.
Es nuestra rabia, que no podemos evitar.
Es nuestro gran defecto.
A nadie le gusta leer que es un borrego, y ante ello lo que hace es no volver nunca más a leernos o escucharnos, y hemos perdido el despertar de otra persona.
Ahí fuera se enseña que es contraproducente decir las cosas directamente, sin tapujos, sin neolengua; tal como las vemos.
En las películas suelen «vacunar» a la población contra la verdad en escenas ampliamente repetidas de «locos» que aparecen en la calle gritando «¡Arrepentíos! ¡El fin del mundo se acerca!»
Bueno, no se acerca el fin del mundo, pero a veces parecemos actuar como ese rol simplista.
Pero, repito, tampoco podemos actuar al estilo manipulador al que nos tienen acostumbrados los medios de manipulación masiva.
Es una reflexión que nos tenemos que hacer, porque el cabal nos lleva demasiada ventaja, y la población continúa comportándose como un rebaño – oh, vaya, lo he vuelto a decir, perdón 😛
Un rebaño que está siendo conducido a un precipicio, el precipicio más grande jamás visto.
¿Qué hacemos?
¿Seguimos adelante intentando convertir ovejas en seres libres, aunque sea una a una?
¿O nos cuidamos de nosotros mismos y que cada cual reciba la consecuencia de sus actos?
No hay víctimas, sólo ignorantes.
Quizás no sea ahora el momento, pero puede que nuestros avisos actuales sean necesarios para un futuro que no veremos.
Quizás… ¿sea ya demasiado tarde?
tempus fugit, carpe diem