Nunca he leído un libro de Ortega y Gasset

Mi confesión es en realidad ésta: «He leído muchos menos libros de los que aparento haber leído.»

La realidad es que suelo llegar a conclusiones por mi cuenta que, luego, resulta que mentes ilustres del pasado ya habían llegado a ellas.

Las respuestas correctas las tenemos ahí, delante de nuestras narices, escritas y publicadas hace décadas, siglos, incluso milenios. Hubo un tiempo en que sí había algo nuevo bajo el Sol. Ahora, ya no.

Pero esas respuestas están tapadas por lo inmediato, por lo ‘siempre es nuevo’, por una propaganda que aparenta ser eterna pero es efímera.

Esas ideas que parecen ser tan novedosamente revolucionarias son tan viejas como el espíritu humano. Porque, como se dice, caminamos sobre los hombros de gigantes, pero, hemos llegado tan altos gracias a ellos que la altitud nos ha hecho olvidarnos de la base.

Si esos libros correctos hubieran llegado a mis manos en mi juventud, ¡cuánto tiempo me hubiera ahorrado! Sin embargo, nunca es tarde cuando la dicha es gorda. Y, pese a los desvíos, saber que por fin logré hacer un agujero en la capa de porquería ideologizada, ya me vale.

En fin, que dejo aquí esta pequeña reflexión porque, por alguna razón, me llegó la inspiración nocturna para escribirla.