
Si lees esto es que estás vivo. Felicidades. Hasta este momento has sobrevivido al intento de la élite globalista de asesinarte con el virus chino.
Si escribo esto es que estoy vivo, y he sobrevivido también.
Es 25 de diciembre del 2020 y quedan siete días para que finalice este 2020, así que supongo que superaremos este año, tú y yo.
Del 2021 no veo nada; de ése, ya no sé si lo superaremos. Pero este 2020, por fin, ha pasado a la Historia. A la Historia de las infamias, pero a la Historia.
Porque, vamos a ver, a los que les mean pero creen que llueve, siempre se creen las narrativas oficiales y nunca dudan de la palabra de sus amados dueños. Son tan obedientes que cualquier explicación ‘seria’ narrada por su periolisto favorito ya les vale. Es el poder de las bonitas sonrisas y el teleprompter.
Pero si estás leyendo esto, sé que no eres de esos. Que, aunque no sepas qué está pasando, al menos sabes que no es lo que te están contando. Y, de alguna manera, has podido evitar ser aplastado por la verdad verdadera del positivismo propagandístico.
Y has tenido que aguantar que te llamen ‘teórico de la conspiración’, ‘negativista’ y demás tonterías inventadas por los ingenieros sociales. Mucha fuerza has tenido para defender tu individualidad y caminar por la cuerda floja, y defenderte del virus chino con medidas heterodoxas. Has hecho lo que otros no han hecho, y por eso sigues aquí.
Eso es lo que importa, todo lo demás son monsergas.
Pese a todo, esto no es más que el principio. No sé si estaré aquí dentro de un año, pero sí sé que, si estoy, estos próximos doce meses superarán con creces en acontecimientos extraños provocados a estos pasados doce meses. No veo el 2021, ya digo, porque realmente no quiero verlo. Viviré día a día como si no hubiera un mañana, porque no habrá un mañana. Todo es hoy, ahora, el momento en el que respiro, nada está por sentado.
Es 25 de diciembre y, en esta parte del mundo, la gente llama a este día ‘Navidad’. Es un momento para desconectar y celebrar que todavía estamos vivos. Porque de un momento para otro podríamos no estarlo. No es el típico destino natural de la vida el que está decidiendo, sino un pequeñísimo grupo de humanos que se han creído con la potestad de poder eliminarnos a su antojo. Y lo están consiguiendo.