Como cada año, tengo la obligación de escribir sobre la calor que me deja en pausa.
Y este año, la calor se ha pasado tres puertos. El termómetro llegó a los cuarenta grados celsius un día de la semana pasada. ¡Vaya!
Y el problema no está sólo en mí, sino también en los aparatos informáticos que pueden llegar a más de cincuenta grados y se ponen en peligro de derretirse. Literalmente. Sus circuitos pueden dejar de conectarse y, así, el aparato deja de funcionar.
Justo hace dos años perdí mi portátil porque se fundió la conexión de su tarjeta de vídeo. Sí, justo hace dos años que dejé de hacer vídeos en directo. No es ninguna casualidad.
Así que, la calor me deja tan chafado – añadiendo a mis hijos que pululan por todos lados, cosas de vivir en un piso con pocos metros – que me quitan las ganas de hacer casi nada.
Ahora mismo me han entrado algo de ganas para escribir este post porque por fin está lloviendo, y porque por fin vuelvo a usar un teclado de un portátil, que he logrado comprar de segunda mano, muy barato para sus características, gracias a los ocho meses en los que he ahorrado parte las aportaciones de mis magníficos financiadores.
Sin embargo, ya estoy notando que este aparato se está acalorando demasiado, por lo que acabo ya estas letras. Además, parece que la batería se agota bastante rápidamente. Bueno, al menos no publico desde mi móvil, como he estado haciendo estos últimos dos años.
Hey, es un avance y estoy contento por ello.
P. S. – Veremos cuánto tardo en subir un nuevo vídeo a mi cuenta de Youtube. Creo que los pocos subscriptores que todavía ven mis vídeos estarán pensando que he desaparecido, me he ido de vacaciones a la otra punta del mundo o algo así. Quizás en el futuro pueda permitírmelo.
Mientras, únicamente me pasan cosas más profanas.