Escribo esto el sábado, 12 de enero de 2019, a las 08:14 y afuera el termómetro marca 0 grados centígrados.
Llevo desde el miércoles en cama con fiebre, y el jueves desconecté mi móvil de internet porque no tenía ganas de absolutamente nada.
En este momento lo he reconectado para escribir este post, pero creo que lo volveré a desconectar para acabar de recuperarme con tranquilidad.
Ya he dicho que tengo fiebre, toso de vez en cuando, pero no parece un constipado normal, pues no me duele la garganta, no tengo la nariz tapada ni me molestan los oídos.
La verdad, no sé lo que tengo ni quiero saberlo. Por supuesto, no he acudido al médico de cabecera que me toca según el sistema de salud colectivista, que ni conozco.
Mi diagnóstico es que he caído en esta situación por una combinación de mi reciente desánimo por no obtener los resultados esperados y por este frío que no suele ocurrir en este lugar, por eso mi vivienda nunca ha necesitado calefacción.
En este juego de escaleras y serpientes, he vuelto a descender por una serpiente, cosa que ya me es habitual.
Como Olga es titulada en química, me ha estado ofreciendo pastillas de nombres extraños que han combatido la fiebre y por eso estoy ahora en proceso de recuperación.
Sí, que ningún lector me desee una pronta recuperación ni me recomiende métodos alternativos de salud, porque con la química de las grandes corporaciones farmacéuticas ya tengo suficiente.
Así que, dejo todos mis asuntos externos en pausa y me ocupo de los internos. Sé, que el algoritmo de YouTube va a destrozar mis ingresos, como siempre que no publico un vídeo cada dos o tres días, y seguro que ya no alcanzaré ni tres dólares diarios, pero así funciona este negocio.
Bueno, si he logrado escribir este post, es que todo va bien, todavía respiro. Cuando no lo haga, creo que se notará porque mi desconexión será eterna – jejejé, un poco de humor negro para acabar.