Ya estamos en un nuevo 11 de septiembre y los flautistas de Hammelin catalanes – sus políticos – quieren celebrar de nuevo la derrota de 1714, como si no pasara nada.
Pues sí que pasa.
Recuerdo cuando le expliqué el significado de esta celebración a Olga. Ella, acostumbrada a celebrar las victorias de la URSS, como la de la victoria de la Gran Guerra Patria – aquí la llamamos Segunda Guerra Mundial – se sorprendió enormemente. Pero, ¿qué clase de rente pirada es ésta que celebra derrotas? – se preguntó.
Y tenía toda la razón: celebrar derrotas es una enfermedad mental.
Celebrar derrotas conlleva vivir en un círculo vicioso del victimismo. Un círculo vicioso en donde quien entra no puede salir pues se cree un perdedor para siempre.
Lo siento, no soy un perdedor y, por eso, me niego a seguir celebrando derrotas. Y, más aún, cuando el pasado 1 de octubre de 2017 se proclamó y se estableció la República de Catalunya mediante referéndum.
No, en absoluto voy a celebrar nada este 11 de septiembre. Lo que pasó en 1714 ha quedado superado y he roto el círculo vicioso.
Si tengo que celebrar algo será el Día de la Independencia de la República de Catalunya este próximo 1 de octubre. Celebraré que estamos en la Cuarta República Catalana – 1640, 1868, 1932, 2017 -, porque yo sólo celebro victorias.
Y estaría bien que el resto de catalanes dejara de seguir a esos líderes que les traicionan una y otra vez, cambiaran su mentalidad y superaran el victimismo del pasado. Un nuevo estado sólo se puede construir desde la ilusión del vencedor que sabe que el presente y el futuro es suyo.
Por cierto, y para acabar, a los nazionalistas españoles que les zurzan.
Nota: No es lo mismo un español que un nazionalista español. Con un español se puede mantener una conversación como con cualquier otro individuo de otro estado. Un nazionalista español es un bruto manipulado para crear discordia – como en la imagen del inicio.