Ayer, un viernes de junio

Tras un mes de deteriodo de su salud, Olga alcanzó su punto de volver a ser tratada por los médicos.

La pasada vez fue en enero, y ya parece ser algo cíclico.

Así que por la mañana llevé a mi hijo pequeño al colegio.

Al volver, Olga ya estaba preparada y, debido a su debilidad, se montó en la silla de ruedas que tenemos para estas ocasiones, y nos fuimos a urgencias del hospital.

Allí, se la quedaron para observarla, y me volví a casa.

Hice el vídeo que tocaba y lo publiqué.

Realicé algunos quehaceres del hogar.

Fui a recoger a mi pequeño a la escuela.

Volvimos a casa.

Comimos.

Volvió mi mayor del instituto y comió.

Hablé con Olga por teléfono y me dijo que todavía estaba esperando en el pasillo a que la colocaran en uno de los cubículos de observación, y que lo mejor era que la visitara después de cenar.

Así lo hice.

Pasó la tarde, y cenamos.

Cuando llegué al hospital, ya la habían colocado en una cama de un cubículo individual, y la tenían conectada a una bolsa de cloruro potásico.

Hablamos de temas caseros un rato y que, como suele pasar, los médicos no le habían dicho nada en concreto, y la dejé descansando.

Y ha pasado la noche, y hoy, es otro sábado de junio.