Las etiquetas y los clichés matan a la imaginación.
El problema es que desde la aparición de las mal llamadas «redes sociales» cada vez más acabamos encasillándonos.
Con esos algoritmos que sólo nos muestran los que nos gusta, acabamos construyéndonos nuestras propias celdas mentales en las que el elemento sorpresa desaparece por completo.
Por lo menos, el contenido de este blog no es elegido por un código escrito por algún cerebrito veintiañero que se cree un guerrero de la justicia social.
Por eso pueden ocurrir cosas como que el autor tome partido por la República de Cataluña, o que, sin avisar, comience a publicar vídeos de Grand Theft Auto V.
¿Sabes qué? Un romano, del que ahora no recuerdo su nombre, dijo algo como «soy humano y nada humano me es ajeno.»
Sí, claro, en este mundo virtual de los clicks complacientes es un poco suicida no complacer a las mentes encasilladas.
Publicar algo inesperado que no encaja en la falaz imagen creada por el contenido anterior puede llevar a que muchos lectores-seguidores pongan el grito en el cielo, «¡No esperaba esto de ti!»
Oh, que busquen en su diccionario digital favorito el significado del vocablo «iconoclasta» – sí, menuda palabreja.
Bueno, en realidad hay truco.
El truco consiste en crear una cotidianidad aburrida y aparentemente inalterable y, de repente y sin avisar, romperla en pedazos.
Romper en pedazos esa burbuja de lo cómodo y esperado.
Al fin y al cabo, lo único que permanece es el cambio, y esperar otra cosa es ilusorio.
Y este blog es así, porque el escribiente no es un bot, y ejercer de humano significa cometer errores con asiduidad.
Los errores, lo que se sale de la norma, el elemento sorpresa que da chispas a la vida.
¿Qué pasará mañana?
¿Y pasado mañana?
Ni puñetera idea.
¡Me gusta!