No hay nada eterno.
Ni la «unidad» de España.
Ni el clima, que siempre cambia.
Ni la vida humana, que una vez no hubo.
Ni este mundo, que no necesita ser salvado.
Este pasado 20 de septiembre cayó el régimen de 1978 en este Reino de España.
Lo que queda es su miserable y putrefacta decadencia.
Esperemos que el epílogo no se alargue, y no sea demasiado doloroso.
Pero cuidado, porque los ultra-colectivistas están frotándose las manos porque están convencidos de que es su momento.
Vuelven los tiempos revueltos.
Es normal, es el flujo y reflujo.
Todo final es un principio.
No podemos temer a lo que es cierto.