Esta mañana, enfrente del bloque de edificios de al lado, habían dos ambulancias, una patrulla de la policía local y un camión de bomberos, que no se ve en la foto.
Como los contenedores de basura están justo enfrente, y yo había salido a tirar la basura, al pasar he visto una camilla en la entrada de uno de los edificios.
Supongo que han retirado rápidamente a la unidad humana afectada, porque en diez minutos había desaparecido todo el montaje.
Circulen, circulen, que aquí no ha pasado nada, pura rutina rutinaria.
Cuando en un país la policía te dice «circule, circule» puedes empezar a sospechar que no vives en una «democracia suave», y que te están tratando con los derechos que se les concede al ganado animal para consumo humano en alimentación. Esa frase de, «circule, circule», me recuerda a los sonidos guturales y palabras raras que antaño emitía hábilmente un sólo pastor para evitar que los animales se pararan cuando conducía a un rebaño de 100 o 200 ovejas a pastar; un perro le ayudaba a controlar a las ovejas que no hacían caso al pastor. Ahora ya casi no existen pastores, de lo que deduzco que las ovejas se crían en recintos habilitados para ello, cómo sucede con los cerdos. Nos estamos alejando mucho de la Naturaleza, que nos da autonomía, solidaridad y libertad, concentrándonos en ciudades que parecen diseñadas para la cría de «ganado humano».
Bueno, lo de «circulen, circulen» lo he añadido como descripción de estos tiempos deshumanizados. Somos meros objetos planificados estadísticamente.
Por cierto, aquí, en el poco espacio rural que queda, todavía hay pastores y podemos verlos de vez en cuando como pasean sus rebaños de ovejas junto al río y las vías del tren. Un poco más allá todo es asfalto y carreteras. Esta zona es la última frontera rural del sur de Barcelona, aunque, me temo que en unos años ya será un recuerdo.