Sedentario digital

De un tiempo a esta parte ha aparecido una nueva clase social, podemos llamarlos nómadas digitales, compuesta por jovenes de veiticinco a treinta y cinco años que obtienen sus ingresos a través de internet y se dedican a viajar por el mundo.

Entre esos nómadas digitales hay quienes viajan de lujo y otros que van con la mochila a cuesta.

Pero los que les distingue es que no tienen las típicas ataduras de los trabajos clásicos.

Precisamente, hace unos quince años, cuando descubrí que se podía ganar dinero en internet, comencé a planear algo parecido, coseguir no depender de un lugar ni un trabajo, que con tener una conexión a la red ya me sería suficiente.

Conseguir obtener los ingresos suficientes de internet para no depender ni de un trabajo ni de un lugar.

A eso se le llama independencia personal, también; cuando el tiempo es tuyo al cien por cien.

Y quince años después, ya digo, lo he conseguido, en parte.

Porque hace quince años no tenía ni idea ni de que conocería a Olga ni de que tendríamos niños.

Asi que, este hecho de la vida, del que me siento feliz y orgulloso, ha modificado en parte mis planes.

En este momento, para conseguir ser un nómada digital, estoy teniendo que esforzarme para que mis ingresos no me cubran a mí sólo, sino también a mi familia. 

Los jovencitos no tienen muchas responsabilidades, y eso está bien, que las disfruten, pero el cuarentón éste que escribe aquí, tiene que adaptarse a sus circunstancias.

He logrado, tras todos estos años, no depender ni de un trabajo ni de un jefe, pero, sin embargo, todavía dependo de vivir en este lugar concreto.

Por ello, ahora mismo pertenezco a una subclase, que puedo llamar sin equivocarme como sedentario digital.

Aunque es cuestión de tiempo, porque cuando supere una cantidad de ingresos determinados, que cubran las necesidades de mi familia, entonces, sí que ya no tendré excusas.

Entonces se me notará, porque pasaré más tiempo en las puertas de embarque que en un lugar en concreto.

Pero tampoco seré ya un jovenzuelo a la aventura de lo desconocido.

Es igual, falta poco, ya casi estoy.