De verdad, estoy llegando a un punto en el que me estoy hartando de la actitud perdedora y conformista de cierta gente que está llena de puñetas. Cierta gente que se ahoga en una gotita de agua y… ¡merece ahogarse por cobarde!
Este mundo no es de los lloricas ni de los victimistas, es de los arriesgados que hacen TODO lo que sea necesario para saltar y derribar los obstáculos que se les presentan en su camino. No hay quienes pueden pararles hasta alcanzar su objetivo.
Es nuestra actitud de la que depende si vivimos o morimos. En este momento ya no queda margen para el error, ya no hay relativismos, no hay segundas oportunidades. O se hace o no se hace.
Quienes continúan empeñados en sus errores y no aprenden de ellos se merecen las calamidades que les vengan. Bien dice el dicho de que «si sigues haciendo lo mismo, no esperes resultados diferentes«.
Sí, ciertamente hay ganadores y perdedores, y los perdedores son los que tienen miedo a perder. Por eso pierden, y luego se relamen en sus excusas. De esa gente, de verdad, ya no quiero saber nada, que se mantengan lo más alejado de mí. Que disfruten de sus miedos malsanos y de su falta de inteligencia.
No voy a estar más por ellos. El camino está claro; quien quiera verlo, bien. Quien no quiera verlo, que se pudra allá donde esté.
¿Son palabras duras? Faltaría más, no está la situación para medias tintas. La tormenta que tenemos encima es muy, muy gorda.