Basta ya de ñoñerías, los perdedores son perdedores y punto.
Ese concepto victimista de «nativos», «aborígenes» y patriotismos tribales baratos es una pataleta de mal perdedor.
Los que fueron incapaces de defender su sitio y su vida, sencillamente sufren su castigo por su derrota.
Que hubieran sido más inteligentes que los invasores y se hubieran defendido mejor.
¿No está de moda la idea de la evolución? ¿No dicen que la supervivencia del más fuerte es un hecho natural?
Pues que se adapten o mueran.
La vida es lucha, y los vencedores imponen sus reglas.
La realidad es así de cruel, así que menos lloriqueos por los débiles.
Y por supuesto que es injusto, porque siempre gana el que consigue una ventaja injusta superior sobre el resto.
Ese concepto de que un trozo de tierra pertenece a los que estuvieron antes es una somera estupidez.
La tierra es para quien la anhela tanto que se mueve para conquistarla, aunque tenga que eliminar a quien haya llegado antes.
El único derecho es para quien lo conquista. Y la miseria es para quien es derrotado.
La Humanidad es como es, y su supervivencia está en no abandonarse a las debilidades de los perdedores.
¿No suena políticamente correcto en esta época de neolengua ñoña? Por supuesto, porque a la realidad hay que enfrentarse tal como es.
Perder el tiempo con supuestas ideas de cómo deberían ser o podrían haber sido los acontecimientos no es lo que hacen quienes están conquistando este mundo.
Si te atacan, crontaatacas con todas tus fuerzas.
Una bomba nuclear siempre vence a un arco y sus flechas. Siempre.
El oro siempre vence al dinero fiduciario. Siempre.
Y el tiempo otorga la victoria a quien se la merece porque ha hecho todo lo posible por obtenerla. Todo.
Y los perdedores que sigan enjuagando sus lágrimas, si sobreviven, que es lo único que saben hacer. Lloran como niños lo que no supieron defender como hombres.