Los débiles son débiles y perecerán

image

Los perdedores son los perdedores.

Los últimos son los últimos.

Hay libros que describen a los pobres como envidiosos, avariciosos, orgullosos e ingratos.

Sus autores tienen razón.

La actitud errónea de los pobres, inducida por la falsa educación, hace que se caven sus propias tumbas.

Y no estoy hablando sólo en el sentido de pobreza material, sino de todos los aspectos, sobre todo el intelectual.

Los pobres respiran miedo por cada poro de su piel.

Un miedo que les provoca envidiar a los que no son como ellos. En vez de tomar a las personas que actúan y consiguen sus propósitos como ejemplo a seguir para abandonar su pobreza, las odian e intentan destruirlas. Si lograran transformar su envidia en incentivo podrían respirar mejor.

Un miedo que les provoca avaricia y proteger lo que creen que es suyo. Son incapaces de ver que este mundo es de abundancia y que si pierden algo es el motivo para encontrar algo mejor. Si lograran transformar su avaricia en generosidad verían que no hay límite a lo que puedan conseguir.

Un miedo que les provoca orgullo. Un rechazo a permitir ser ayudados cuando lo necesitan, que hace que no aprendan que pueden salir de su agujero. Si lograran transformar ese orgullo en auténtica humildad y aceptaran recibir, luego podrían aportar también su grano de arena a otros necesitados de su ayuda.

Un miedo que les provoca ingratitud y les hace dudar de todo acto benigno hacia ellos. Si lograran atreverse a creer que en este mundo también hay bondad, podrían darse cuenta de que el agradecimiento abre las grandes puertas de la abundancia.

Y así, los débiles son débiles y perecerán, porque en última instancia no podrán evitar su propio descalabro.

Sólo si logran superar sus miedos que los encierran en su propio círculo vicioso de su propia destrucción, podrán dejar de ser débiles y perdedores.

Sin embargo, esto requiere un gran esfuerzo personal, y una constante dedicación. Pero, en esta sociedad del premio instantáneo, del pequeño ego hiperdimensionado, es difícil hacer ver que sí hay salida, que sí se puede vencer a la pobreza.

Porque el plan del cabal siempre ha sido que la pobreza calara en la plebe para mantenerla esclavizada.

El único remedio es el esfuerzo personal para apartarse de esta pobreza inducida. Es nuestra propia actitud la que guía nuestro destino. Nadie vendrá a salvarnos más que nosotros mismos.