En invierno, los osos se van a ivernar.
En verano, ¿sería la palabra “veranear”?
Pero en el sentido de no hacer nada en un período de letargo.
Porque para mí ya ha llegado la época en la que mi imaginación se para y ya no me entran ganas de nada.
Es una cuestión de temperatura: a partir de los 18 grados centígrados dejo de ser yo.
Pero mi letargo no es como muestra la propaganda que es “veranear”, no, es estar como un fantasma viviente porque la falta de economía no me permite estar más que en algún rincón de esta caja de cerillas que es este piso en el que vivo de prestado con mi familia.
Soportando el calor sin aire acondicionado, soportando a mi mujer recordándome que como mínimo tengo que sacar a los niños al parque, soportando el exceso de luz solar que molesta a mis ojos claros, soportando el aire cálido que no se mueve, soportando el sudor que cae por mis brazos y moja el teclado, soportando que el ordenador se sobrecaliente porque su ventilador interno no da para más.
Ya sé, me buscaré más vídeos de youtube en los que podré disfrutar de la envidia de ver la gran vida viajera de los súper-ricos, en paraísos exóticos que ni sabía que existían…
Al final estamos ya en junio y eso, ¿cómo ha sido?
Apestosa calor.