Uno escucha a un político profesional, no importa de la tribu política que sea, y espera que la nariz le comience a crecer.
Pero no lo hace, su nariz se queda normal, y encima a su alrededor aplauden y vitorean sus mentiras.
Ése es el problema de los cuentos que nos contaron de niños, que no eran verdad.
No es cuestión de negar la fantasía y la imaginación, pero hace unas cuantas generaciones a los niños se les contaban historias de las experiencias de los adultos.
Escuchaban historias de experiencias reales que los preparaban para su edad adulta.
Y así no entraban en la edad adulta desde cero, ya tenían idea de lo se iban a enfrentar.
Pero actualmente, la edad adulta parece no llegar nunca porque los mensajes de las clases dirigentes hacia sus súbditos están diseñados como si éstos tuvieran una edad mental de cinco años.
Y así, nos encontramos anuncios personales del tipo «chica de cincuenta años busca…»
¿Chica?
A esa edad en los pocos lugares en los que los humanos todavía se comportan de una forna natural las mujeres ya son abuelas.
Ciertamente estamos metidos en una burbuja artificial que nos ha convencido que vivir en una mentira es la única forma de vida que existe.
Vergüenza nos tendría que dar.